Nunca
podremos llegar a descubrir el valor que tienen estas pequeñas
figurillas, que aprendemos desde niños y que mueven nuestra vida:
nuestras relaciones, nuestro trabajo; todo lo que nos rodea se compone
de letras que van formando los
cimientos de nuestro existir. Por eso cada una de ellas tiene su
importancia y cada una de ellas nos enseña o recuerda algo importante.
¡Qué alegría sentimos cuando el niño dice una por primera vez! ¡Qué
afortunada he sido por la gracia de poder enseñar a combinarlas con
corrección a muchas personas! He aquí lo que hoy me pide cada letra:
Ama siempre, pon amor en las cosas, trata a las personas de forma amistosa y amable, obtendrás una
forma de vida más plena y feliz.
Busca a Dios en cada momento,
en cada situación, en las dudas, en la alegría, así vas a empezar a
construir un mundo mejor, porque descubrirás que esa búsqueda es el
motor de tu vida.
Confía, ¡realmente
hay tantos espacios de confianza que a veces no sabemos descubrir!
Confía en Dios, confía en los demás, en tus amigos, aunque a veces no
logres entender por qué actúan de determinada manera; sobre todo confía
en ti, eres digno de confianza, de este modo darás el primer paso para
superar cualquier
situación.
Charla
amigablemente cuando tengas la ocasión, no busques situaciones
especiales, da a cualquiera la oportunidad de conocerte, porque muchas
veces de lo imprevisible surgen momentos inolvidables.
Discute, pero sólo si es necesario y cuando
lo hagas, hazlo, no con la intención de imponer tu criterio, sino con
la esperanza de buscar la verdad. Trata de no discutir con violencia o
agresividad y al final, siempre acepta y perdona si no ha salido como
tú querías.
Espera,
no te impacientes, cada día tiene su afán. No quemes etapas, aprende a
descubrir que cada momento de la vida es apasionante, aunque a veces
no lo veas, todo llegará.
Facilita las cosas, ¡cuántas
veces nos quejamos de las complicaciones! No te enrolles en
“cosillas”, eso sí, acelera hasta el fondo cuando se trate de algo
importante, como defender tu fe, luchar por aquel que te necesita o
implicarte en favorecer la paz y la justicia.
Juega
siempre que puedas con los niños, porque viendo su mirada inocente,
cogiendo sus manitas, compartiendo sus sonrisas, sentirás más pureza en
tu corazón.
Libérate
de todo aquello que crees que te está impidiendo ser mejor. No dejes
que en ocasiones difíciles la culpa o el sentimiento de que los demás
son los causantes de tu situación entorpezcan tu camino y diminuyan tus
ganas de vivir.
Llora,
hemos oído muchas veces que es bueno, pero a veces lo necesitamos,
porque así
limpiamos nuestra mirada. Eso sí, no dejes que la tristeza se instaure
en tu corazón, porque será más difícil secar esas lágrimas.
Muéstrate
tal cual eres, no caigas en la tentación de las apariencias. Nada ni
nadie puede hacer que finjas lo que no eres, porque al final tu
insatisfacción será demasiado grande. Conócete y date a conocer desde
la verdad, porque sólo así verás como tu identidad va creciendo y te
sentirás feliz.
Nunca
entres en peleas estériles, no critiques, trata de salvar en vez de
condenar y si te resulta muy difícil, simplemente calla, hablarás de
esa manera más
claro y más fuerte.
Ofrécele
al Señor cada momento de felicidad, cada momento de pesar, tus
dificultades y tus gozos, que siempre sea una ofrenda generosa, porque
está claro que recibirás el ciento por uno.
Perdona,
aunque el dolor sea grande, aunque no comprendas, recuerda que el
Padre siempre te perdona, y que esa es una de las experiencias más
liberadoras. No olvides perdonarte a ti mismo, es algo que muchas veces
no ponemos en práctica y nos conduce por una vida de abismo y
culpabilidad.
Quita
importancia a las cosas que no la tienen. No hagas de un grano de
arena una montaña y procura que tus relaciones sirvan para construir y
no para destruir.
Ríe
sin parar siempre que puedas: con tus amigos, con las cosas sencillas.
Ensancha tu corazón, e incluso aprende a reírte de ti mismo, quitarás
mucho dramatismo innecesario a tu vida.
Saca a la luz lo mejor de ti, no ocultes tus valores,
tampoco hagas un alarde innecesario de ellos. Echa una mano siempre que
puedas y no te lamentes de lo que los otros no hacen, tú sólo eres
responsable de ti.
Trata
bien a los otros, trata bien las cosas, sé educado, porque la
educación es una de las mejores puertas para llegar a la bondad.
Unifícate,
no te disperses en situaciones y pensamientos absurdos. Trata de vivir
la realidad tal como viene y afronta la dificultad sin lamentarte,
porque así poco a poco irás creciendo en fortaleza.
Vive
a tope siempre que puedas, no te pongas límites. Desarrolla tu
creatividad, porque seguramente siempre puedes dar más de lo que crees.
X, no
me resulta fácil encontrar una palabra que empiece por x, sin embargo,
qué problemas de ortografía, de matemáticas… la x es duda, es
incógnita; y por eso no empieces a vivir el futuro antes de tiempo, no
sufras innecesariamente por lo que no conoces, y en caso de que sigan
las dudas, no es difícil: abandónate a la
Providencia.
Y
busca la felicidad, no te dejes abandonar a la desesperanza. No estás
solo en el camino, aunque a veces hayas sentido el desconsuelo de la
soledad profunda, al fin y al cabo allí has encontrado tu fuerza y tu
esperanza.
Zambúllete
y sumérgete en las manos de Dios, podrás así navegar por un mar en
calma y podrás afrontar la tormenta desde su consuelo y fortaleza.
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