Siempre es terrible ver a un hombre
que se cree absoluta y
seguramente solo,
pues hay en él algo trágico, quizá hasta sagrado,
y a
la vez horrendo y vergonzoso.
Siempre llevamos una máscara, una máscara
que
nunca es la misma sino que cambia para cada uno
de los papeles que
tenemos asignados en la vida:
la del profesor, la del amante, la del
intelectual,
la del marido engañado, la del héroe, la del hermano
cariñoso, la de fiel o infiel
Pero ¿qué máscara nos ponemos o qué máscara
nos queda cuando
estamos en soledad, cuando
creemos que nadie, nadie, nos observa,
nos
controla, nos escucha, nos exige, nos suplica,
nos intima, nos ataca?
Acaso el caracter sagrado de ese instante se deba a
que el hombre está
entonces frente a la Divinidad,
o por lo menos ante su propia e
implacable
conciencia.
Tal vez nadie perdone el ser sorprendido en ésa
última y esencial desnudez de su rostro,
la más terrible y esencial de
las desnudeces,
porque muestra el alma sin defensa".
"SOBRE HÉROES Y TUMBAS" Ernesto Sábato
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